(1524, 1527, 1543, 1776)
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Lienzo de Quauhquechollan, conservado en el
Museo Casa del Alfeñique, Puebla, México.
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(Restauración digital. Universidad Francisco
Marroquín). |
Los cronistas coloniales relatan que la fundación de la capital del
Reino de Guatemala y sus tres traslados posteriores a diferentes sitios estuvo
marcada por conflictos bélicos, pero, en especial, por tragedias naturales,
como las erupciones volcánicas, tormentas, deslaves y terremotos. Lo que le
valió el mote de “Ciudad viajera”. Su historia andarina comenzó el 25 de julio
de 1524.
El 15 de noviembre
de 1523, el conquistador don Pedro de Alvarado, junto con su ejército español y
aliados tlaxcaltecas, salió de Tenochtitlán rumbo al sur para tomar la ruta de
los comerciantes del istmo de Tehuantepec hacia Soconusco y de ahí continuar
hacia el sur para entrar al territorio guatemalteco por Xetulul Hunbatz
(Zapotitlán, suchitepéquz). De aquí, se dirigió hacia Atitlán, Olintepeque, Quetzaltenango,
donde se produjeron cruentas batallas bélicas por la resistencia que ofrecieron
los pueblos indígenas y en uno de los enfrentamientos, según cuenta la leyenda,
murió en combate Tecún Umán, príncipe k´iche´ a manos de Pedro de Alvarado.
Alvarado ganó una
a una y anexó las tierras conquistadas al patrimonio de Su Majestad, el rey de
España. Estas hazañas, junto con las de su hermano Jorge de Alvarado, quedaron consignadas
en el Lienzo de
Quauhquechollan en el que se narra la historia de la ocupación que dibujaron artistas
indígenas nahuas, los tracuiloque,
que lo acompañaban.
Tras penoso y fatigoso viaje y tras haber salido victorioso, el 11 de abril de 1524, Alvarado, junto con sus tropas y los indígenas tlaxcaltecas, ingresaron a la ciudad K´iche´ llamada Q´umarkaj, en las cercanías de la ciudad de Iximché, Tecpán-Quauhtemallan, Chimaltenango y capital del reino kaqchiquel, donde fueron bien recibidos por los reyes, quienes pronto se aliaron y les proporcionaron guerreros para colaborar en la conquistas de los demás pueblos mayas para someterlos. Pero, Alvarado temiendo una traición, detuvo en las cercanías del campamento del Príncipe Chicba.
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| Mapa de Qꞌumarkaj (Catherwood, 1840). |
Alvarado
regresó de Cuscatlán, El Salvador, el 22 de julio de 1524, después de cuarenta
y cinco días de ausencia, eligió un sitio fértil y de clima bondadoso hacia el
sur en el valle de Iximché para fundar en nombre del Rey, su Señor, la primera
ciudad hispánica de Centro América, bajo la admonición del Apóstol Santiago y
bendecida con una misa rezada por el presbítero Juan Godínez. Estos hechos
fueron consignados por el escribano nombrado, Alonso de Reguera así: Libro de fundación de
esta muy noble e muy leal cibdad de Santiago de los Caballeros de Guathemala y
fundación della, que comenzó desde veinte e nueve días del mes de julio de mil
e quinientos y veinte e cuatro años en adelante.
Fecha que en el calendario maya kaqchiquel corresponde al 1 Q´at y en el
gregoriano es un día lunes. Asimismo, en la segunda acta, que se redactó dos días
después, consignó la institución del
primer Ayuntamiento de Guatemala:
Después
de lo susodicho, en la villa de Santiago a XXVII días del dicho mes de Julio
del dicho año, por ante mi el dicho Alonso de Reguera escribano, los dichos
señores alcaldes Diego de Roxas y Baltazar de Mendoza, y D. Pedro de
Portocarrero Hernán Carrillo, y Juan Pérez Dardón y Domingo de Zubarrieta
regidores, hoy dicho día miércoles entraron en su cabildo todos juntos,
juntamente con el señor Teniente de Gobernador.
Y ordenaron que por cuanto en esta
villa hay mucha necesidad de un oficial pregonero, para la ejecución de la
justicia y otras cosas necesarias, que sea elegido y eligieron por pregonero a
Diego Díaz, estante en esta dicha villa, el cual es la persona más suficiente
al dicho oficio que otra, y que le mandaban e mandaron que lo acepte y use, y
que le darán su salario como es costumbre en las yslas.
Otro si ordenaron y mandaron quel
herrero desta villa lleve por cada ciento de clavos, dando el hierro para ello,
dos pesos de oro, y que en las otras cosas que hiciere, se haya moderadamente
en el llevar del precio, su pena.
Otro si, que los herradores lleven
por cada caballo que herráren de todos cuatro pies, dándoles el herraje, aunque
sea por atarragar, un peso oro y al respeto: y por una sangría lleven un peso
oro, so pena de pagar con el cuatro tanto lo que ansi lleváren demasiado,
aplicada la metad para la cámara e fisco de su magestad y la otra metad para el
juez que lo sentenciare. Y que en lo que las curas y otras cosas tocantes a su
oficio, se hayan moderadamente en el llevar el precio. –Pedro de Albarado.
–Diego de Roxas. –Baltasar de Mendoza, D. Pedro de Portocarrero. – Hernan Castillo.
–Juan Pérez Dardon. –Domingo Zubiarreta.[1]
Pero, conforme pasaban los días, los
kaqchiqueles se mostraban inconformes con la ocupación de Iximché y con el
insaciable apetito de Alvarado para enriquecerse, le llevó a cometer delitos de
violencia y crueldad hacia la población indígena y, especialmente, a los reyes
Belehé-Qat y Cahí-Imox. Esto provocó actos de insurrección que llevaron a que
Alvarado tomara la decisión de quemar la ciudad, junto con sus reyes, y
abandonarla.
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Ciudad de Iximché. Croquis . (Fuentes y Guzmán, Antonio. Recordación Florida. Guatemala: José de Pineda Ibarra, 1979). |
Pedro de Alvarado retornó México y dejó a su hermano, Jorge de Alvarado, la tarea de buscar un nuevo sitio para el traslado de la ciudad. Pero esa tarea no fue fácil. Todavía sufrían ataques por parte de los cakchiqueles. Por esa razón, salió de Iximché y se trasladó cerca de San Juan Comalapa. Pero, esa fue una mala decisión. Este era territorio, también kaqchiquel, no era seguro. Hubo enfrentamientos con los castellanos, pero lograron controlarlos. Ante esto, Alvarado se trasladó al valle de Almolonga, donde hoy está San Miguelito, desde ahí mandó emisarios a buscar un nuevo sitio con mejores condiciones para trasladar la base de operaciones y establecer una ciudad permanente para ellos, los conquistadores. En el informe se recomendaban dos opciones, “El Tianguesillo”[2] en terrenos de Chimaltenango, próximo a El Tejar y el valle de Almolonga, donde ya se encontraba un grupo de españoles. Por el voto del Alcalde ordinario Gonzalo Dovalle y los Regidores don Pedro Portocarrero, Juan Pérez Dardón, Jorge de Acuña, Pedro de Cueto y Hernando de Alvarado, así como el capellán Juan Godínez y otros vecinos principales, al final, se eligió el sitio al pie del Volcán de Agua, en el valle de Almolonga.
El éxodo de españoles comenzó de nuevo y el asentamiento se oficializó el 22 de noviembre de 1527 en el paraje llamado Bulbuxyá o Agua que brota, al pie del volcán de Agua. El capitán general, los alcaldes, los regidores, indígenas, esclavos y soldados se congregaron en una plaza provisional y levantaron un altar en honor a la Virgen del Socorro.
A continuación, Jorge de Alvarado, hincándose, colocó un madero en el suelo, en señal de posesión y ratificó el patronato del Apóstol Santiago el mayor y la mandó trazar. Luego, se procedió a avecindar a los pobladores y a efectuar los repartimientos de tierras. Al mismo tiempo, la Corona autorizó la Gobernación de Guatemala y otorgó el nombre de Adelantado y Capitán General de la Provincia de Guatemala a Pedro de Alvarado, cuya jurisdicción comprendía Chiapas, Guatemala y El Salvador.
Este fue, también, el inicio de formación del Reino de Guatemala (1524-1821) y la institucionalización del sistema administrativo y poder político colonial en estas tierras. Se creó el Ayuntamiento, junto con esto, los cargos administrativos necesarios para el funcionamiento de la ciudad y validar el proceso de organización territorial por medio del repartimiento de tierras y de indígenas a los conquistadores, capitanes y soldados, que demandaban parte del botín y así, resolver las disputas que había sobre este asunto. Con estas medidas se selló la conquista de esta región y comenzó a construirse un entramado social y de relaciones entre españoles e indígenas.
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Mapa de Herrera, 1601, número 6. Madrid. |
Pedro de Alvarado regresó a
Guatemala en 1530, pero no se quedó durante mucho tiempo porque continuó sus
viajes de expedición y conquista hacia el sur del continente. Murió en 1541
dejando devastada a su viuda, doña Beatríz de la Cueva y ante la profunda
tristeza, pintó su casa de negro en señal de luto. Pero, este suceso dejó
acéfala la gobernación, por esa razón doña Beatríz de la Cueva se convirtió en
la primera mujer en asumir la gobernación de una ciudad en el Nuevo Mundo. El
mando lo compartió con su hermano Francisco. Ella recibió la vara de la
justicia en nombre de Su Majestad y agregó a su nombre el de “La Sin Ventura”.
Sin embargo, el ejercicio de su cargo se vio empañado por un desastre
natural.
Catorce
años después de haberse asentado en este valle de Almolonga, en la noche del
sábado 10 de septiembre de 1541, la vida cotidiana de los vecinos fue
interrumpida como consecuencia de una tragedia natural. Durante tres días llovió
sin parar, se sentían fuertes temblores y para terminar de asustarlos, durante
la tercera noche, a lo lejos, se escuchó un gran estruendo y, cada vez el ruido
se sentía más y más cerca. Ese sonido era producido por la corriente de agua
que bajaba del volcán con mucha fuerza, arrastrando consigo piedras, troncos de
árboles y destruyendo todo lo que encontraba a su paso. El agua, como una
serpiente furiosa, rápidamente inundó las calles y las plazas, que hizo
estremecer los cimientos de las casas. En vano, muchos vecinos corrían para
resguardarse porque la fuerza del agua les impedía moverse de un lado a otro. En
esta tragedia, muchos pobladores perdieron la vida, incluyendo a doña Beatriz
de la Cueva, La “Sin Ventura”, y su séquito de damas. Los cronistas cuentan
que, desde esa fecha, el Volcán de Agua perdió su figura cónica al formarse el
cráter oblongo que ahora ostenta.
Conforme
los primeros rayos del sol anunciaban un nuevo día, los ojos de los vecinos
sobrevivientes vieron a su alrededor una escena de tristeza y dolor. Una vez
más, la zozobra asolaba a los pobladores. Pero, allí estaba el Obispo Francisco
Marroquín, quien había llegado al Reyno de Guatemala por invitación de Pedro de
Alvarado, para reconfortarlos espiritualmente y, al mismo tiempo, organizó
comisiones para exhumar los cadáveres, velar por los heridos, buscar refugio
seguro para los sobrevivientes, entre otras acciones.
Acto seguido, los sobrevivientes se
reunieron en la Catedral, que había quedado intacta, y realizaron una junta en
la que eligieron al Obispo Marroquín y al licenciado Francisco de la Cueva para
ejercer el gobierno civil provisional. Después de muchas discusiones, acordaron
trasladarse hacia el valle que los indígenas llamaban Pancán o Panchoy y los
españoles valle de Tuerto[3], localizado hacia el norte
del de Almolonga, porque se pensó que en este último estarían más seguros. El
nuevo paraje elegido poseía un clima agradable, estaba rodeado de cerros y de
tres volcanes, Acatenango, Agua y Fuego, aunque éste último, a veces, por estar
activo les diera algunos sustos, según ellos, no representaba un peligro
inminente. Después de realizarse los estudios respectivos y las consultas
reales, el 22 de noviembre
de 1542 se hizo el trazo de la nueva ciudad, se concedieron terrenos a los
vecinos y se señalaron los destinados para los edificios públicos, Catedral,
conventos, plazas y calles. A la par, se restablecieron los servicios
administrativos y de seguridad. Toda vez formalizado el establecimiento en este
valle, el Cabildo en pleno ingresa a la ciudad y se celebra la primera junta el
10 de marzo de 1543. Por eso, esta fecha se toma como la de la fundación del
tercer asentamiento y en junio, se ordenó que la ciudad se llamara Santiago de
los Caballeros. A partir de aquí, poco a poco, se restableció la vida cotidiana
en este nuevo asentamiento y los recuerdos tristes ocurridos en el Valle de
Almolonga pronto se esfumaron.
Durante 232 años,
la vida de la población de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Santiago de los
Caballeros en el Valle de Panchoy transcurrió bien. Durante este tiempo, el
desarrollo urbano, económico y cultural fue superior al de otras ciudades
coloniales de la región. Pero, de nuevo, la paz de los pobladores se
interrumpió de forma drástica, como consecuencia de otra tragedia natural, esta
vez un terremoto de gran magnitud, ocurrido la fatídica tarde del martes 29 de
julio de 1773. Este sismo, originó grandes estragos estructurales y pérdidas
materiales, pero, afortunadamente, pocas víctimas humanas.
Este hecho, embargó
de temor a muchos vecinos y al recién llegado nuevo Capitán General, don Martín
de Mayorga aún más que pronto sugirió el traslado de la ciudad a otro sitio más
seguro. Pero, también, fue la ocasión propicia para otros que, aprovechando el
temor de Mayorga y su inmediata reacción de irse del lugar, alentaron esa
moción. Esto en parte, por los problemas económicos que tenían y porque
representaba la oportunidad de resolverlos. De nuevo, había que llenar baúles y
dirigirse a un nuevo asentamiento, el cuarto, en el valle de Las Vacas o de La
Hermita, a 19 leguas del valle de Panchoy.
El 6 de septiembre de 1773, don
Martín de Mayorga partió hacia el Valle de Las Vacas, situado hacia el oriente
a una distancia de 9 leguas (28 km en línea recta), dejando a muchos vecinos
con gran zozobra por el futuro próximo y emitiendo las ordenanzas necesarias
para iniciar el traslado. A su llegada:
Habíase improvisado en la Ermita alojamiento para todas las
dependencias del gobierno y para los funcionarios y empleados. El cabildo del
pueblo poseía dos casas; una fue ocupada por la Audiencia y la otra se destinó
para guarda de las reales cajas. Allí estuvieron la Audiencia y el Tesoro hasta
el año de 1799 (mayo) en que se mudaron a la nueva capital –que ya en ese
tiempo se levantaba en el contiguo Valle de la Virgen (Pérez Valenzuela, 1964:
89).
Aunque en el valle de Panchoy,
seguía temblando. Los sismos más fuertes se sintieron el 7 de septiembre y el
13 de diciembre de ese año y después de cinco meses de ocurrida la tragedia,
para enero de 1774, todavía no se veía claramente que los vecinos quisieran
mudarse de la ciudad arruinada hacia otro lugar y tener que empezar de nuevo.
Por eso, a principios de enero, Mayorga convocó a una Junta General en la que
amonestó que todos debían concurrir sin excusa ni pretexto. El día 10, convocó
a otra junta para discutir dos puntos: 1) Convenir reedificar la ciudad o
levantar una nueva, eligiendo uno de estos sitios, el Llano del Calvario, la
Finca La Chácara o el Llano de Santa Lucía, ubicados hacia el sur de la ciudad
arruinada; y 2) Trasladar la ciudad al Valle de Jalapa, o al de Las Vacas,
cuyos estudios habían dictaminado eran los idóneos para el establecimiento de
una ciudad. Mientras tanto, la comisión nombrada estaba realizando su trabajo
de exploración y estudio de un sitio idóneo lejos del de la ciudad arruinada.
Pronto surgiría la NUEVA GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN..., la cuarta capital del Reyno de Guatemala...
[1] Palabra
híbrida hispano-mexicana, con sentido de mercado, cuya poca categoría se hace
resaltar con el diminutivo castellano. (Libro Viejo de la Fundación de
Guatemala, año 1524, SGHG, 1991: xxi).
[2] Barberena, Santiago I. Guatemala, ciudad trashumante. El Excélsior, año IV, número 2,311. Guatemala viernes 23 de julio de 1924, p. 1.
[3] La localización exacta de este Valle no se puede ubicar, pero se suele ubicarlo al oriente del centro urbano de Ciudad Vieja, en torno a San Miguel Escobar. En la discusión se le menciona como “el valle” o “este” Valle; que fue designado con el nombre, no muy sugerente, de Valle de Tuerto; sin que se pueda asegurar a quién o a qué se refería. Más presentable y eufónico es Almolonga, palabra que en el sentir de Fuentes y Guzmán significa “agua que brolla”, que añade su leve toque profético sobre la catástrofe que le esperaba. (Idem, 1991,: xxii).



