terça-feira, 1 de novembro de 2011

Platillos del Día de todos los santos...


De mis remembranzas:
Sobre el origen del fiambre

Allá por aquellos años de "Los tiempos pasados mejores", por los primeros años de la administración política nacional del nunca bien recordado "Benemérito de la patria", "·Jefe del partido liberal" y "Protector de la juventud estudiosa", doctor don Manuel Estrada Cabrera, leí en uno de los periódicos capitalinos, la hermosa crónica de un grn banquete-almuerzo familiar íntimo, que una distinguida y noble familia de la ciudad dio a un sector de sus numerosas amistades y relaciones sociales, en celebración del natalicio del jefe del hogar, querido y aprecido extensamente por el pueblo por su filantropía.
Tal natalicio coincidía con el Día de los santos, el primero de noviembre. Ese aniversario, como todos los anteriores, se le conmemoró con gran afecto y simpatía, siendo siempre seleccionados los invitados. Como de rigor para ese día con anticipación, la servidumbre, familiares y especialmente la señora de la casa, se movía en gran actividad para que el día antes todo estuviera listo a efecto de que en las primeras horas del mero día no quedaran más que los últimos detalles del lucimiento del festejo.
Como de rigor la sirvienta cociniera pidió permiso a la ama de casa para ir a oír misa, la señora se lo concedió, toda la familia era católica, pero con la advertencia de que regresara en cuanto la misa pasara para que con tiempo terminara el arreglo de las viandas, así lo prometió. Pero por una fatalidad para el grave compromiso con los concurrentes no cumplió y la señora corría del zaguán al comedor, a la cocina y al zaguán, desatinada que no sabía que hacer en vista de la tardanza de la cocinera.
Media hora antes de la hora conveniente, oportuna, para que pasaran los comensales al comedor ya no fue dueña de sí misma y se fue directamente a la cocina e instintivamente volcó los diferentes contenidos de viandas de los numerosos platos en una sola olla dándoles la mejor compostura posible y en una espléndida bandeja la colocó en medio de la mesa.
Una vez sentados los comensales en torno de la mesa notó cierto movimiento de extraña admiración de ellos y entonces creyó oportuno disculparse por lo extraño de las viandas, pero se debía a un contratiempo casero. Los comensales creyeron que se trataba de una sorpresa ingenua notablemente agradable y plácida, por el aroma provocante, los matices de los componentes y po último lo apetitoso de los manjares.
No atinaban cómo arreglárselas para preguntar a la señora cómo se llamaba aquel plato, se veían unos a otros sin chistar palabra insinuándose con la mirada a la valentía de abordar la pregunta. Por fin se entabló el requerimiento, ¿Cómo se llamaba el delicioso plato? La señora sorprendida no hallaba cómo convencerlos de que aquello se debía únicamente a una casualidad. El talentoso sacerdote que figuraba entre todos los asistentes tomó la palabra y dijo: Señores míos: este apetitoso manjar, no puede llevar más que un elocuente nombre FIAMBRE. Esto es: que "Hace hambre. Fiat hambre". Un nutrido aplauso coronó el breve discurso del ilustre sacerdote. Es pues, originario de Guatemala, el nunca bien ponderado fiambre. Que me perdone el cronista que lo he malbaratado.

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Escrito por Salvador Nufio Duarte para el "Rincón" de El Imparcial. 13 de noviembre de 1957. p. 3.
Photo by Caxlana

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