

De
este
a
este
otro
hay
un
largo
trecho
de
imaginación
y
creatividad
en
cuanto
a
planteamientos
estéticos
y
de
arquitectura
urbana coherente.

Pináculo evolutivo de la champa del comercio informal.
Cuentan los viejos que había pan y rosas;
que en la tarde los ojos ambulaban por el viento
como espíritus en pleno milagro,
y comulgaban celajes y veían a Dios
–antes del soplo que los volvió de vidrio opaco.
Que todos eran justos y todos eran jóvenes
con las manos tendidas hacia el sol,
y había una clara presencia de azahares
por todas las negruras.
Cuentan los viejos
con los cristales empañados de humo
y las almas empañadas de recuerdos…
Pero nosotros no creemos.
No creemos ya ni en eso, que tiene olor a flores,
a mirras de limosna, a siembras de Jacob
con azúcar de ojos negros.
Porque nosotros no redondeamos tiempo
entre las manos;
ni seremos nunca jóvenes
ni ancianos;
ni viviremos, ni moriremos nunca.
Nosotros hemos visto caer
junto a nuestros zapatos con grietas,
la redondez sagrada de todas las estatuas
y el mármol de todos los recuerdos.
Nosotros conocemos el pan en los versos
y las flores en los sueños.
Nosotros hemos visto Saturnos
devorando carne amarga,
y Caines errabundos
con quijadas de acero en las manos,
buscando rostros pálidos para cumplir su pecado.
Y hemos perdido la fe entre las piedras mudas;
y todos, aún los viejos,
nos han dicho que mañana…
y todos los mañana se han ido
hasta dejarnos sin sangre y sin alma.
Nos han inventado dimensiones de consuelo
para encajar la angustia,
y rojos dedos nos han mostrado huesos
diciéndonos: “Toma, he ahí el arte…”
y nos han dado tierra cuando hemos pedido pan,
y han llovido libros del cielo
cuando hemos urgido las verdades eternas.
Por eso dicen los viejos que estamos locos
y que somos malos…
Porque el mundo se ha hecho polvo
bajo rabias de antracita;
porque los péndulos que dan la hora
mascullan credos extraños
que inflaman la vergüenza de los hombres
como gases de gangrena;
porque hemos visto hasta a Dios
huir con anteojos negros en busca de otros globos,
fugaces, oblongos, perdidos
entre esta cuadratura de logaritmos de mentira,
y no hemos encontrado un instante vacío
entre el silencio de las bombas
para descolgar nuestro llanto.
No, no hemos llorado.
No vamos a llorar,
Por eso estamos locos, y somos malos.
Por eso enterramos las manos hasta el codo,
como perros con hambre,
en lo poco que nos van dejando:
la tibia promesa de la carne.
Los otros... ni porque el llamado es "Vamos Patria a caminar, yo te acompaño...", no se mueven...
Los unos... siguiendo en la vendimia...
Los otros, esperando ordenes de su líder magisterial...
Los unos... esperando órdenes de sus jefes diputados...
Los otrtos... en un descanso antes de la protesta...
Los unos... aprovechando el día para vender...






